viernes, 7 de agosto de 2009

El desafìo de Alfredo!!!!!!

Alfredo, seguidor de este blog y aficionado al arte escrito, al igual que yo, me propuso realizar un texto breve en su estilo, que yo escriba uno en el mío, luego intercambiárnoslo y cada uno reescribir en el suyo propio el texto del otro.
Me pareció todo un desafìo y el resultado fue una cosa muy loca de la que creo, aprendemos los dos. Una especie de taller literario virtual que luego, obviamente, ha generado un montón de mails con aclaraciones, explicaciones, el famoso “yo quise decir esto o lo otro” y “vos cómo lo interpretaste así?” y demás conversaciones por demás ricas que no voy a publicar aquí, pero sí, les remito el resultado final.
Esto no tiene pulidos, ni repensados, ni presentaciones a gente letrada para ser corregidos, ni mucho menos… Esto es para que, todo aquel que, como Alfredo o yo, tenga ganas de expresarse de este modo, lo intente sin más dilaciones. Hay que leer mucho, claro, para poder escribir, no voy a decir que no, pero por lo menos, si a algunos les sirve para hacer catarsis, para sacar un miedo afuera, para canalizar la angustia y transformarla en un pan menos amargo… bienvenidas sean las letras, aùn los palotes de principiantes. Todo esto ùltimo es tan vàlido como lo que, tanto Alfredo como yo, intentamos hacer y que es llegar a transformarnos algún día en escritores que publican acercàndonos a la escritura ficcionándolo todo en la vida, pensàndolo todo como una posible narración, cuento, novela o poesía, …respirando letras… Y con esto, èl con su propio blog, yo con el mio, hacemos frente al miedo a la no aceptación y a la apatìa del posible lector y aprendemos todo el tiempo.
En breve iré publicando algunos apuntes valiosos sobre escritura que conservo y que podrán ayudar a quien lea aquí y quiera canalizar por un camino mas ordenado, sus escritos, o ver si los que tienen hechos pueden ser mejorados o corregidos.
Ahora los dejo con este precioso desafío de Alfredo y espero ansiosa los comentarios, como siempre, aquì o en mi mail, que puedan surgir de estos textos y sus diferentes interpretaciones.
Vayan preparando el cafecito, en este día gris, para que el ratito de ocio, lo pasen hoy, con nosotros. Hoy, en el blog, somos dos!

Encuentro mi ser (versiòn de Marta Mena)

Un sinfín de globosos rostros angelicales, figuras rollizas de jóvenes Venus de Boticelli, algunos Boteros descoloridos en pálidas tonalidades de lavanda y blanco tiza, y hasta animalitos voladores, danzaban níveos sobre el fondo azul claro de un cielo soñado…
No sabía de donde provenía aquella visión.
Mi cuerpo mortal flotaba, ahora indolente y liviano, girando bajo la bóveda celestial, liberado de ataduras físicas, pura energía y placer absolutos, a muchos metros del suelo.

Debajo, un peine invisible alisaba inconmensurables campos de doradas espigas y era el mismo río gaseoso que me transportaba cálidamente en un abrazo afectuoso como de amigo amado.
Yo era parte de los elementos, era agua, era aire, en mis venas fluía constante el fuego de amores pasados y mi mente, recibía en impulsos cálidos todas las imágenes queridas, mi tierra, mi lugar y la gente que me había ayudado a existir, generaciones anteriores que me dieron el lugar que ocupé y que, aparentemente, hoy estaba dejando…

Supe que la virtud había descendido hacia mí. Que ya pertenecía a esa otra esfera. Que toda esta llegada podría haber sido, pero, aparentemente, no sería bienvenido aún… Y cuando el rayo helado reventó sobre mi pecho aún caliente de deseos insatisfechos, volví a sentir un fluir lento y pesado de la sangre salobre en mis venas y en mis arterias, y la pulsión de vida, de esa otra vida, la dolorosa, la conocida, la que había ansiado tanto, me llenó de nuevo.

No pude resistirme, sin fuerzas y aún con la visión de aquella otra realidad, volví a la mía, patética e inerte, insalubre y postrada… Pero todos los que amo y, por quienes soy amado, estaban aquí. En este lugar blasfemo, lleno de miseria e indignidad, que sin embargo albergaba todo aquello por lo que habìa luchado tanto…
Entonces, una fina línea azul se abrió paso a través de mis párpados enfermos, y la luz de mis seres queridos me iluminó con su ternura y con su manifiesta alegría.
...Aquellos otros tendrían que esperar un poco mas, aquella boca deseada, mas adelante, me tendrá...

Encuentro mi ser (texto de Alfredo)

El cielo entrecortaba figuras indescifrables, con su sabio pulso y su don innato. Dejaba entrever su fondo blanco, de nubes irregulares, como copos de algodón en tres dimensiones. Me preguntaba que hacía yo ahí a tantos metros del piso.

No supe realmente que era todo aquello, pero sentí que una inyección de vida entraba en mi cuerpo, que se relajaba y gozaba de ese espléndido momento. Me sentía que Dios se había apoderado de mis malos hábitos y posturas erróneas. El mundo parecía mas atractivo, podía verlo en distintas posiciones, desde la más conocida hasta girando compulsivamente, pero para mi todo era muy bello.

Desde allí se veía un campo espigado que era acariciado por suaves ráfagas de viento opalino, sin arrastrar sedimentos, ni partículas extrañas. Era constante y cadencioso. Generaba el agrado del que lo sabía apreciar, con esa intriga que se apreciaba en sus movimientos.
El cielo celeste, impactante me acariciaba por encima del hombro, cual si fuera un amigo afectuoso y comprensivo. Me regocijaba de manera su cariño asombroso, exultante.
Con aire puro y cálido se llenaban mis pulmones, pero más aún, mi alma nueva lo sentía, abriendo un camino suave, virtuoso que todo lo renueva.
Y un vapor tan perfumado que emanaba del entorno, con hechos tan humanos hacía que mis ojos se abrieran como dos esferas, a punto de salir de sus órbitas. La vida se adornaba de gente bella. Me preguntaba si esa era mi hora, el último pasillo, el final del recorrido. Porque no habré llegado antes, de lo que me perdí tanto tiempo allá en la tierra, pensé.

Ni hablar de esa imagen del crepúsculo que quedaba en mi retina, la caída del sol, ese momento sublime. Era puro romanticismo Así sentí que mi espíritu ardía y quería hacer el amor.
De pronto un viento frío sacudió mi rostro. Mi cuerpo estaba empapado de un sudor extraño. Un rayo fluorescente, lanzó chispazos plateados y amenazantes.
Y cerré mis ojos y vagué en mis pensamientos y ese agradable sabor a vida perduraba aunque estaba en otro lugar y mi cuerpo no estaba sano y mi deseo era volver a andar y no podía.
Estaba muy solo en un lugar lejano, en un paisaje gris y oscuro que me rozaba con desgano. Era un momento muy duro, de esos recargados de soledad y blasfemias, de frío contundente como para que nadie se asome, para que todo quede ausente y desolado.
Pero abrí la ventana de ese mundo en mi retina y mi mente hizo proclamas y la vida continuó como si nada. Y allí estaban todos los que siempre me brindaron amor, que me acariciaron con sus modos y calmaron mi dolor.
Pero mis pies están en la tierra, no la podían besar.

EL LLANTO DEL ÀLAMO (VERSION DE ALFREDO)

Esa mañana mi sentimiento fue abordado por el asombro. No sabía la razón, pero el patio se había llenado de hojas, mas de lo habitual. Era una mañana de agosto y el álamo se había desprendido de gran parte de su frondosa copa, hasta ayer repleto de hojas.
Un clic se hizo en mi mente y advertí que a aquel imponente coloso le había llegado su hora y no me queda otra alternativa que limpiar el lugar y depositar sus restos en una vieja bolsa de consorcio.
Cada tanto lo observo compungido y me siento muy triste. No recuerdo desde cuando esta allí aquel viejo álamo, pero es parte de mi historia, de mis raíces y temo también por mí. El y yo somos uno.
Siento el espíritu de ese ser vivo que tanto significado tiene, que fue testigo de toda mi vida y me siento agradecido.
El es mi vida y lo sabe. Y nos damos consuelo mutuo y tiene conocimiento de toda la historia, confesada tantas veces en mis días de frustración.
Es más que un árbol centenario, es la sabiduría, el amor eterno que perdura a través de los siglos. Es el árbol de la vida, por lo menos para mí.

EL LLANTO DEL ÀLAMO (MARTA MENA)

Una ondulada marea crepitante recibió mis pasos asombrados, aquella mañana de agosto.
El álamo habría llorado intensamente la noche entera, acongojadas penas de amor, para alfombrar el patio de esa manera.
Y mientras percibo la triste mirada plateada, desde las alturas de aquel árbol añoso sobre la insignificancia de mi persona, tomo la escoba y me dispongo a barrer las hojas. Con cuidado, con respeto, arrastro silenciosamente sus tristezas y lágrimas, cada tanto miro hacia su copa raleada, de soslayo, temerosa de ofender su magnificencia con mis afanes domésticos de encontrar los escondidos baldosones de cemento que atrapan sus raíces, ésas que sostienen mi casa.
Pero cada tanto me eriza la piel de la nuca, un sibilante suspiro, el hálito aliviado que le produce, mi simple tarea de barrido y embolsado. Como una enfermera necesaria que alcanza un te o vacía una bacinilla, o incluso retira los paños recalentados de la frente de un moribundo.
Funcionales el uno al otro, en mudo y mutuo entendimiento, mientras respiro su aire vegetal y me muevo en la cadencia de sus composiciones musicales de viento y clorofila, tomo conciencia de una existencia espiritual, centenaria, de amor eterno, y de su sabiduría intransferible encerrada durante siglos dentro de un tronco encadenado al suelo de esta casa.

martes, 4 de agosto de 2009

Viajar con la imaginaciòn...

A veces, tenemos el sueño de viajar, pero por una cosa u otra, no podemos darnos ese gusto, lujo o como le quieran llamar. Algunas personas tienen en su vida, como un sino, los viajes alrededor del mundo. Aunque quieran esconderse, atarse al poste de luz de su casa o lo que sea, para quedarse, los viajes los encuentran, pero aún así, no logran luego, transmitir con veracidad y vehemencia, la gracia de cada pueblo, la magnificencia de las grandes ciudades o la arrogancia de la naturaleza, salvo que sea, mostrando miles de fotos. La fotografía es un arte válido claro que si, pero si va acompañado de una vívida descripción, relato, o experiencia vivida, es infinitamente mejor y màs rica.
En literatura se estila para crear un ambiente, una situación de la historia, hacer una pequeña o gran investigación, antes de iniciar, por ejemplo, una novela. En este caso me propuse como ejercicio, tomar el atlas, papel o virtual, y ponerme a tomar data de algún lugar x, que quisiera conocer en mi imaginación. Hice un recorrido en mi mente, si quieren llamarlo virtual sin tecnología, podrìa ser… y me lancè a contar una historia fantàstica, rodeada de cosas que pueden suceder, impactar, o vivenciarse en un determinado periplo turìstico.
Creo que es un ejercicio interesante de narración, de imaginación y de creación literaria y si puede lograr que un lector, sienta el viaje, vea lo que yo quiero que vea, sienta el cansancio maratònico que siente el protagonista en su odisea, incluso como hago aquì, en tiempo presente, para que sea màs real aùn… bienvenido… ustedes diràn si han viajado conmigo o no, en este cuentito que sigue.
Tengamos en cuenta que William Faulkner escribìa en el granero de su granja y jamàs viajaba y sin embargo, nos ha hecho conocer tantos lugares impensados. Acaso nadie de ustedes ha viajado con Verne? Yo conocì Marte y sus lunas con Bradbury, que en short, medias y zapatos negros, dudo que haya ido muy lejos, y menos, bajo ningún aspecto, que Mr. Crònicas Marcianas, haya estado allì màs que en su frondosa imaginaciòn!!! Pero todo lo que èl me describiò con su pluma encantada... vaya si lo vì!!!
Abrazos inmensos, prepárense un café y los espero en el cuento que sigue!!!!

La princesa de los arrozales

Pegado a la ventanilla del avión, estudiaba la encadenada cartografía de los montes Himalayas.
Ansiaba conocer aquel país de exquisitos templos milenarios, cuyos tesoros protege con su vida uno de los pueblos mas pobres de la tierra.
Frente a sus ojos se divisaban unas serpenteantes cintas verdosas que surcaban el desierto, recordó que según su escueta investigación, serían los ríos Jumma y Ganjes. Esos mismos, cercaban algunas de las tantas poblaciones que él iba a visitar. La ondeante cadena dorada, se había transformado con el descenso de la nave, en una muralla infranqueable cada vez más alta y lejana.
Entre un montón de palabras impronunciables que lo dejaron impávido, reconoció solo tres, aeropuerto - Nueva Delhi. Fueron mas que suficientes. Había llegado.

Dormía profundamente, cuando el incesante sonido del teléfono de su habitación le recordó que el guía estaría listo esperando al soñoliento grupo. Incorporarse fue un esfuerzo exagerado, después de cuatro jornadas de pleno verano hindú visitando la enjoyada capital, los inundados arrozales, soportando las furiosas lluvias estivales que premiaban a los valles del Ganjes, del Indo y el delta ahogándolos en una sopa laboriosa de gente y de arroz. Ya no sabía ni siquiera en donde se encontraba al momento de levantarse. Para colmo, su estómago, desacostumbrado a la prodigalidad turística de delicadezas típicas, en vez de agradecerlas, respondía con nauseabundos aullidos, retorciéndole vehemente las entrañas.
Cuando estuvo listo, se aseguró de tener algunas rupias en la billetera. Se colgó la mochila y miró la hora. Las cinco de la madrugada.
No quedaba otra. Agra, la región que visitaría ese día, estaba bastante lejos de su lugar de alojamiento.
Durante el viaje supo que el Ganjes era un río místico, religioso. Un ceniciento riosanto de almas puras de hombres, mujeres y sobre todo niños desnutridos, que recorrieron la historia de ese país castigado, cuidando y alimentando meticulosamente a aquellas enormes vacas sagradas que pululaban por todas partes, sobreviviéndolos.
El viaje estaba resultando una experiencia fascinante. Las impresionantes contradicciones de lo que había visto hasta ese momento, lo desvelaron.

La combi que los trasladaba rodaba despacio. Ante sus ojos húmedos pasaba el interminable hormiguero de obreros que participaban de la cosecha del cereal aguado. La miseria se palpaba en la pesadez del aire. De repente, un monzónico vendaval repentino elevó una tela transparente de entre la encorvada masa humana. Una marea de pelo negro se desparramó a los lados del cuerpo esbelto, que se enderezaba rápidamente. Corrió tras el paño, etérea, con una especie de manto raído y grisáceo anudado aquí y allá, a modo de vestido, que la cubría toda. Le pareció una diosa oscura, desesperada, que desprovista de su chal resultaba indefensa, con toda su belleza descubierta.
Al pasar el vehículo a su lado, lo iluminó la mirada brillante de esmeraldas que le dirigió la muchacha. La observó directamente con insistencia y curiosidad. Ella percibió la invasión y se cubrió a medias el rostro con el dorso de la mano, sin dejar de mostrarle la vastedad acuática de sus ojos claros.
Nunca olvidaría ese momento, ni la expresión angustiosa de esa mirada.

Aproximadamente una hora después, entraban en Agra. Conocerían el famoso mausoleo Taj Mahal, emblema del arte Mughal. Caminaron lentamente por el jardín, relfejándose en el rectangular estanque central hacia la descomunal puerta y apreciando toda su magnificencia.
Una vez dentro de la tumba, supo que veinte mil hombres durante veinte años trabajaron para construirla. Todo por el amor del Sha Jahan, a su fallecida esposa favorita, Arjumand Banu Bagam, conocida con el apodo de Mumtaz Mahal, la elegida del palacio, que fuera muerta durante una guerra en la plenitud de su vida. Cuando le relataban la historia, pensaba si ella habría sido tan bella como la mujer del arrozal.
Se alejó momentáneamente del grupo para observar las numerosas inscripciones coránicas. Cuando miró a su alrededor vio que estaba completamente solo. Siguió andando, y apareció dentro de una sala octogonal. Caminó hacia una especie de monumento de mármol central. Eran los cenotafios de Mumtaz Mahal y del Sha Jahan.
Juntos para toda la eternidad -pensó tristemente
Cuándo quiso retomar la marcha, se encontró frente a una luminosa joven, envuelta en gasas rojas, anaranjadas, aliladas, que bailaba frenéticamente perfumando de especias el aire que él respiraba, mareándolo.
Se sentía transportado hacia otro tiempo, por un momento pensó que ella sería una atracción para los turistas. Pero allí no había nadie más que él. Ella comenzó a acercarse. Tanto, que le distinguió unos destellos de aguamarina en la mirada. La piel de aceituna se adivinaba entre los arabescos de su danza. Hasta que él de un zarpazo, quitó el velo que cubría a medias su cara ovalada y detuvo el hechizo.
Era ella, pero ahora envuelta en sedas, bañada en perlas, incrustada de piedras. Pero era ella, la mujer del arrozal.
-Vuelve con tu favorita, Jahan, amor mìo… -suspirò ella pegándole los labios rojos en la oreja.
Cuando él quiso tocarla, desapareció como una ráfaga.
Se quedò desconcertado y con el transparente velo pendiendo de su puño apretado.