martes, 15 de diciembre de 2009

Reneè, o... como quieres que te quieran?

Rennè o… còmo quieres que te quieran?

Rennè acomodaba la cortina de cabello platinado con los dos brazos en alto para poder lucir la melena más larga y lacia de la fiesta. Era pelo natural, claro, Ernesto podía pagarlo, había sido siempre un buen amante, rico, considerado, generoso…
Estaba sentado sobre la cama…con las rodillas separadas y la corbata esperándolo sobre una de sus piernas. Miraba las tarjetas de invitación a la fiesta de fin de año de la empresa. Le habían dado un puesto importante, un ascenso, finalmente. Reneè era lo ideal para sentirse un ganador completo. Para humillar a los demás, con sus esposas comunes y corrientes, y cargados de hijos...
Reneè seguía con sus afeites y preparativos… usaba sus grandes y finas manos para untarse un poco mas de máscara para pestañas y profundizar aun mas su mirada verde…
De reojo observaba con satisfacción sus miembros delgados, de torneados bíceps deseados por tantas mujeres en el gimnasio al que acudía. Sonrió estudiadamente para probar la elasticidad del relleno de sus labios rojos… y los encontró bastante naturales, hasta los hubiera preferido más llamativos para provocar de verdad, pero quería combatir esa tendencia a lo bizarro y se anotaba en las sutilezas... La mandíbula, decidida, avanzaba sobre las mejillas hundidas que todas deseaban tanto,… y los pómulos altísimos daban el toque exótico y sensual a su rostro anguloso y moderno.
Ernesto entró para apurar un poco los trámites de producción. Tomó la caderita angosta con ambas manos. Falta algo aquí –opinó. Reneè aclaro que estaba igual a una muñeca Barbie, apenas unos centímetros menos de cintura que de cadera, un imposible... El, no demasiado convencido, pero igualmente conforme, tomó los grandes senos ingrávidos, sopesándolos.
Reneè le agradeció otra vez por el costo de esos pechos de colección, pero de un modo menos habitual, simplemente ofreciéndole la recién siliconada boca por unos segundos.
Ya casi estoy –dijo
Vamos-contestó él
Y se fueron caminando hacia el garaje, Reneè de largo, en altura igual a Ernesto, enfundada en su vestido plateado, con la melena ondeante sobre la escotada espalda del diseño exclusivo.
Ernesto tomándole la mano, opinaba que Reneè era la piedra fundamental de su carrera ascendente y de su vida de estilo y suntuosidad.
Pasaron una noche sensacional, bailando y seduciendo por partes iguales, siendo la pareja soñada de la fiesta. Dejando a los directivos convencidos de que tenían al mejor elemento en la vicepresidencia de la compañía. Un tipo decidido, que había sabido inclusive ganarse un trofeo impecable, como Reneè, a quien no hacían sombra ni las estrellas de Hollywood.

Cuando se iban retirando los invitados, Ernesto le deslizó al oído enjoyado la idea de seguir festejando en otra parte. Reneè tomó su carterita de canutillos y piedras y le puso su mano en el antebrazo, para partir con elegancia.

Y el infinito pasillo del Grand Hotel, los vio retirarse, hermosos como dioses de un olimpo especial, caminando con la cadencia de la brisa marina… y nadie supuso cual serìa la conversación que los hacía reír y vibrar al unísono…

Qué pensàs de una pizza, champán y billar, Reneè? -disparó divertido
Por supuesto que quiero! -Gorjeó con voz cascada Reneè

Amor mío! –exclamó el, demasiado alegre por los brindis
No te lo dije mil veces? Eres ideal!
La mujer perfecta es un hombre!

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