jueves, 30 de abril de 2009

Sobre los benditos comentarios!!!

Al fin y gracias a mi amiga V. del blog Olas sangrantes, al que sigo, aprendì como hacer para que todos puedan dejar sus comentarios aquì y no tengan que mandarme un mail. NO es que me molesten los mails, al contrario!!! Es para que no pierdan màs tiempo aùn internàndose en el correo para tener la deferencia de escribirme!!!
La cosa es la siguiente, tuve que hacer una modificaciòn en mi perfil y ahora, simplemente, cliqueando en el lugarcito, al pie del cuento, donde dice 0 comentarios, se abre inmediatamente un casillerito y cualquiera puede dejar allì su mensaje, al final cuando pide identidad simplemente pongan`:anònimo, pero en el texto del mensaje pueden poner su nombre para que no sea una intriga total!
Les agradezco la paciencia de leerme, de comentarme y de compartir este vicio de las letras conmigo!



Haga su comentario.

Qué te pareciò el cuento? Me interesa tu opiniòn!!

miércoles, 29 de abril de 2009

EN EL SUBTE

Todos los días en el subterráneo de la ciudad, camino de mi trabajo, la veía.
Los lunes, llevaba el cabello suelto, como una dorada malla metálica tintineando a sus espaldas. Los jueves, iba cabizbaja, con un mínimo rodete pegado al cráneo delicado. Llevaba blusas etéreas, zigzagueantes en su ondeado desplazamiento por el vagón.
Se ocupaba vendiendo brújulas. Cosa inútil, si las hay, para el hombre urbano, como yo. Nunca la escuché pronunciar una sola sílaba. Colocaba el pequeño aparato sobre la falda de las personas que iban sentadas, al pasar, y luego las recogía sin jamás vender ni una sola. Yo me estancaba entre el tumulto, para sentir el leve hálito jabonoso que exhalaba al pasar a mi lado. Era una mujer cuya belleza increíble, parecía que nadie notaba, salvo yo, entre aquel gentío anestesiado de rutinas y horarios.
Pero la verdad es que, desde el primer día que subió al tren, yo noté aquellos ojos gatunos sobre la cara de nácar, inmensas luminarias que taladraban mi cerebro día y noche; y nunca dejé de observarla. Llegando a olvidar la promesa de seguir soltero hasta cumplir los cuarenta.
Su caminata en el vagón me descontrolaba. Un paso, era un bamboleo de sedas claras. Un sacudón del coche al moverse, generaba un acontecimiento de rebotes afiebrados en su voluminoso pecho. Otro paso más, el roce de su redonda cadera al pasar a mi lado entre los cuerpos amontonados. Estos hechos bombeaban mi sangre a borbotones por mi cuerpo y mi corazón se detenía, elevando mis sentidos y disparando mi virilidad. Sobre todo cuando sus dedos alabastrinos me ofrecían una tonta brújula aprovechando, sinuosos, a juntarse con los míos. Dedos hábiles, sabihondos de sentimientos masculinos. Juguetona, desde su extraño altar de felina feminidad.
Un día, agotado de fundirme en mi propia adrenalina, decidí hablarle. La esperé. Aquel memorable lunes llegó radiante como una perla gigante. Clavaba en mí los ojos de fiera liberada mientras ondulaba pelilarga entre los asientos, sorteando rodillas y paquetes. Mientras, elevaba los largos brazos para sostenerse de los caños que pendían del techo, y así dejarme observar la petulancia de los senos desnudos bajo la sutil camisita opalina. Ese día, sentí que me encendía.
Quise hablarle, averiguar su nombre, pero no hubo respuesta. Era muda, me lo confirmaron sus incomprensibles gestos y señales. Insistí, diciéndole que quería verla, conocerla. Ella hizo un mohín de gata en celo y comenzó a caminar rápido hacia la puerta, obligándome a seguirla. Bajó en Avenida de Mayo, y quiso perderse entre los túneles y recovecos. Caminaba rápido, delante de mí, excitándome, provocativa.
Ella era experta, misteriosa, inalcanzable. Me volvía loco ese ir y venir de carne, grasa y huesos. Aquellas sandalias nimias del color de la sal al final de las tremendas columnas de sus níveas piernas.
Yo estaba sumido en mis propios infiernos, preso de la quimérica carrera.
De pronto, habíamos dado una vuelta más y estábamos en un andén para hacer combinaciones en el viaje. No había nadie allí. El tren chillaba cerca, amenazando con su pronta presencia. Sensual, hundida entre sus curvas, giró sobre sí misma para darse por vencida, para entregarse y acabar el juego. Frenó de golpe. Recién en ese momento, noté el gesto espantado, el rictus de terror en los labios llenos. Las dos lágrimas negras que se arrastraban en las manzanas calientes de su cara aniñada.
En ese instante supe, verdaderamente, por qué la había seguido...


Al día siguiente, en la ruidosa mañana del subte, aún se oían los ecos del nefasto hecho de la mudita indigente que había caído a las vías el día anterior, siendo arrollada por uno de los coches. La gente comentaba sobre la pobre brujulera, decían que había andado oculta bajo la mugre de muchas noches sobre sucios suelos, hablaban del podre hedor que emanaba su melena (alguna vez rubia). Generaban un desagradable murmullo incoherente que olía al desprecio de la ciudad por los desamparados. Pero yo tenía tanto de mi trabajo en qué pensar que no podía perder mi tiempo lamentándome por cualquier desconocida. Así que me aislé de aquella chusma por completo y permanecí ceñudo, ofuscado por tanta cháchara intolerable.
Estaba sumido en cavilaciones administrativas de mi exitosa empresa que casi me pierdo el ingreso de “ella”. Una morocha rizosa. Oscura como la noche, con los ojos más arábigos que jamás hubiese visto. Recorría el vagón con un canasto de velas artesanales. Aquel colorido cesto relucía bajo la pechera desbordante de su vestido hindú, transparente y holgado.
Fue algo instantáneo. Quise tenerla entre mis manos. Palpar los músculos, los tendones, las arterias tensionándose de deseo. Quise abandonar la soltería y poblar mi derruida casa, con hijos paridos por ella. Pero no me atreví a hablarle. Me puse en su camino para sentir su roce al pasar a mi lado. Aspiré el perfume de su cuello y la seguí con la mirada hasta que se bajó sin vender nada a la gentuza desalmada que ni notó su presencia. Pero yo seguiría con mi plan. Admirándola. Todos los días. Eso haría, sí, hasta el día en que juntase coraje y me animase a hablarle.
Sí, claro, pronto la seguirìa, seguramente...

domingo, 19 de abril de 2009

La gran novela de Bernhard Schlink, El lector...

Esto no pretende ser un blog de críticas cinematográficos,ni mucho menos. Pero anoche vi esta peli, El Lector, con una Kate Winslet increíble, y el grosísimo mismísimo Bruno Ganz, quien supo intrepretar a Hitler en otra pelìcula genial pero en este caso haciendo un papel que nos demuestra una vez más su versatilidad. En este caso es un profesor de leyes que ayuda a sus alumnos a pensar, a flexibilizar sus mentes, en fin, a ser humanos mas allá de la carrera del derecho propiamente dicha.
El caso es que esta peli debería ser de visión obligatoria!! jajaj , lo digo con justa causa. Hace un brevìsimo par de dìas, una de mis queridas sobrinas, ya abogada, me hablaba de sus ansias de escribir sus sentires, sus pesares y vivencias en forma de ficciòn. Pero como nos pasa a todos, acabamos escribiendo un diario o una pequeña reseña. Y es que para escribir, hay que leer... No se si estuvo muy de acuerdo, en la facultad siempre falta tiempo, luego falta el tiempo con el trabajo y luego el tiempo escasearà con la familia y la vida misma...
Entonces, còmo saber expresarse màs allà de la redacciòn que enseña una carrera como derecho.
Bueno... lamento desilusionar a muchos, leyendo, no hay otra. Serà en tiempo sabàtico, bùsqueda del placer de la lectura, como se busca para ir al gimnasio, y , ya que es otra gimnasia, y muy necesaria para mantener la fitness del cerebro!
En esta peli hay un amor imposible, increìble, invencible, eterno de un chico de quince años y una misteriosa mujer de treinta y tantos, sin pasado a la vista, un amor puramente sensual, que luego deriva en espiritual tambièn. Y a lo largo de la pelìcula, la tìpica mujer alemana de los años cuarenta, frìa, contundente, algo rùstica, analfabeta y avergonzada por eso, y con esa cultura de la honestidad del trabajo, cualquiera sea el mismo, va abriendo su corazòn y dejàndo que la literatura, encarnada por el joven, luego adulto lector/amante, Ralph Fiennes, que la introduce en el mundo de Goethe, Shakespeare, Balzac, Historietas, y todo lo que encuentra en un colegio alemàn de aquel entonces, seguramente mucho màs nutrido literariamente de lo que han de ser hoy dìa. Al menos todo eso aquì, todos los grandes clàsicos no estàn en los programas .
Este joven, aunque en el final de la vida de ella, logra lo que ningùn encierro, ninguna cárcel, ningùn juez ni abogado habrìa logrado algo con una mujer como ella, Hanna Shmitz /Kate Winslet, ex guardia de Aushwitz (o como se escriba), logra que se arrepienta, aunque no durante el juicio, sino al final de su vida, claro. Logra que su alma deje entrar la belleza, las palabras, el amor, la aventura y sobre todo, la conciencia sobre el valor de la vida humana, mas allà de obligaciones y deberes... Logra que acabe su vida con algo aprendido, a travès de la literatura.
Espero no haberles contado la peli, sino haberles metido el bichito de la curiosidad por verla, haberlos confundido tanto, que tengan ganas de alquilarla, bajarla, o lo que sea que hagan para ver cine hoy por hoy.
Los dejo, mañana es un dìa muy importante para y quiero vivirlo a pleno. Todos los dìas son importantes, claro, pero mañana puede cambiar el resto de mi vida.
Los dejo, los abrazo, les agradezco que estèn ahì y disfruten una peli, un licorcito, un buen libro, un amor...

jueves, 16 de abril de 2009

Eva... otra vez.

Eva… otra vez
En el adiós del deseo
De los viajes con los padres recordaba su somnolencia de semidesmayo en el asiento trasero del auto. Sus gritos, las eternas discusiones. Recordaba, también, las suaves ondas musicales de una emisora de radio setentona que, a voluntad, se instalaban en un primer plano sobre las ruidosas reyertas.
Se acostaba con las piernas flexionadas para caber como en su cama y se perdía en los puntos grises del techo del coche. Al ritmo de las melodías, veía pasar veloces postes de luz con estrellas de fondo fijo, todo sobre un rectángulo de cielo oscuro que conformaba la cinematográfica ventana del vehículo. Pero una noche, en una travesía especialmente tortuosa, un suspiro de viento barroso se metió por la ventanilla delantera y trajo un aroma de campo llovido que le hizo entreabrir los ojos y divisar, sobre ella, una sedosa luna arábiga. Las ráfagas de paisaje tenebroso pasaban a velocidad, pero la luna, no. Se quedaba colgada del cielo, brillante, acompañándola.
La añorada mano del padre aparecía de vez en cuando al soltar el volante, para que la frazada que la abrigaba no dejara de hacerlo.
La melena de cobre de la madre se sacudía al ritmo de febriles afirmaciones o negativas. Eva se hacía la dormida, testigo silenciosa, ahora en complicidad con el astro colgante. Ya no tenía miedo, había alguien más que sabía lo que sucedía, eso que nadie más podía saber y que a ella le hubiese gustado no haber sabido nunca…

Hoy…, lejos de aquel tiempo infantil, Eva piensa enfrentarse a aquellos ojos de ébano para volver, de una buena vez, a la vida real, la de ella, la que eligiera décadas atrás.
La habitación parece dar vueltas, aunque no se siente enferma. La intensa batalla cuerpo a cuerpo librada con “La Bestia” el día anterior, le llegaba en flashes mentales de audibles suspiros, oleadas de aroma animal y dolor muscular. Se incorpora, mira a su esposo, lo cubre con la sábana y, al besarlo, la culpa la recorre junto al hormigueo del deseo que ayer, no ha terminado de satisfacer. Después, en el trabajo, está como siempre, pero con la misma culpa prendida al pecho como un pesado broche de cemento.
Al mediodía, como cada vez que le era posible, se sube al falso taxi y se pierde en el enigmático frenesí que la ciudad ofrece a los delincuentes, con aquel hombre imposible.
-OK, si eso es lo que vos querés, la cortamos acá –responde como desinteresado, ofendido, apuntando el hierro candente de su mirada para otro lado.
-Pero te repito que encontrar a alguien que esté en tu misma frecuencia no es fácil, ¿eh? -sigue diciendo, pero los relámpagos de aquellos ojazos temibles aún no la rozan.
Al levantarse, harto del mutismo de Eva que soportó por un eterno minuto, su puño trona sobre la frágil mesa, tiembla el bar del “después”, se levanta y hace desaparecer en tiempo récord la masa increíble de su corpulencia como si se tratase de una imagen virtual.
Cuando está fuera del bar, se sube al auto, lo pone en marcha y por un segundo se queda observando a una Eva desconcertada, aliviada y aún sentada en la mesita de la ventana. Ella devuelve una mirada opacada por el esquivo gesto de sus labios apretados, distintos de los ansiosos que minutos antes retribuían, abiertos, a los oscuros besos de el.
La mujer reconoce algo “familiar” en esos rasgos de tierra adentro, la figura maciza, contendora, la melena abundante, la mirada oculta en un abismo impenetrable bajo las cejas espesas. Las vísceras femeninas se rebelan y piden que lo llame, que corra a su encuentro y lo abrace, que suplique…como ayer. Pero lo deja ir. Sabe que ahora, la tormenta se ha desatado y, de todas formas, con el no hay vuelta atrás.

Los sonidos sacuden la habitación de ella. Dormir se ha transformado en una pesadilla.
-¡Esas manos que me acariciaron anoche, ayer tocaron a otra! –el grito retumbando en su cabeza la arranca del sueño, del auto y de la infancia, una y otra vez.
-¿Qué te pasa, amor? –pregunta manso, como siempre, enlagunados los ojos en miles de verdes.
-Nada, dormí tranquilo, es sólo un mal sueño –le susurra al cielorraso en penumbras.

El coche iba a mil. De pronto, tras una frenada violenta, su cuerpo de niña rodaba hacia adelante y caía detrás del asiento de sus padres. Reptando, volvía a sentarse. Estaban en la banquina, en total cerrazón nocturna. Se sentía mareada. Creía que habían chocado pero no, sólo pararon repentinamente por el fervor de la discusión que ella no quería escuchar. El volumen crecía y ellos parecían no notar la presencia de una Eva niña. Se cubrió las orejas con las palmas de las manos porque los adjetivos lacerantes amenazaban con traspasar las barreras de su voluntad. Luego, los perfiles desencajados, las manos amenazantes, los dedos acusadores, las bocas desaforadas…
Los brazos empezaron a dolerle y cayeron pesadamente, liberando a sus oídos a un lacerante lenguaje desconocido.
-¡La quiero y me voy a ir!
-¡Por la nena, por favor te lo pido, no lo hagas!
-¡Nunca pudiste disfrutar de nada, siempre con tus miedos!
El auto arrancó violentamente y tomó velocidad. A cierta distancia sobre la cinta asfáltica, el caballo cruzaba en trote fantasmal y el resto sólo fueron… giros, ruidos, golpes, chirridos, crujidos y la muerte que asomó su palidez por el parabrisas quebrado y, con sus propias manos de huesos afilados, tomó la vida del hombre al volante, dejando a la mujer y a la hija azoradas…

La espera eterna, en aquel bar…. A los veinte minutos distingue la presencia imponente abriendo la puerta del lugar. Los rayos rojizos que sus ojos emiten lo rastrean todo hasta que encuentran y atrapan a una flamante mujer de cabello corto en llameante ocaso. Los traidores labios, descubiertos, parecen enmudecer por un momento ante lo inesperado de la visión de Eva entre sombras. Lanzan inaudibles destellos ofendidos, muecas violentas que sumergen la culpa en alcohol coloreado.

Otra Eva volverìa a casa aquella noche.
“La Bestia” se había ido.

miércoles, 15 de abril de 2009

Adiòs (hiperbreve)


Alargo la mano y tengo la necesidad de tocar el verde casi líquido de esos ojos de hombre. Lo hago.
Uso mi dedo índice y el agua salada dibuja círculos concéntricos que no terminan nunca. Un poco se derrama y se forman delgados ríos que fluyen obedientes por surcos de arena marcados a fuego por años de muecas desmesuradas. Más abajo, en un paisaje de rosas pálidos, dos líneas que se engrosan, se afinan o se separan mientras hablás y no te escucho, pero llega el iceberg que exhala tu aliento … y mientras ardo … , me congelo.

martes, 7 de abril de 2009

SIEMS AUTOMAT MAN MODEL 1

Siems Revista Informativa, Buenos Aires, año 1966, marzo 9 (confidential vip information)
“Nuestra empresa, Siems International, acaba de lanzar desde su Paralel-Human Technology and Automation Center, situado en Alemania en nuestra casa matriz, una serie de diez equipos Automat Man Model 1. Los mismos serán probados durante un tiempo predeterminado a partir de la fecha y en diferentes sucursales de nuestra institución en el país. Compartimos con nuestros clientes especiales este éxito, que será de gran provecho para nosotros y para ellos, garantizando así nuestra perfección en el servicio técnico de nuestra maquinaria para automatización industrial.”

Año 2002
Besa a su esposa en la mejilla. Toma el maletín de herramientas con la mano derecha, el programador personal cuelga de su hombro y en su mano izquierda oscilan las llaves del auto. Desaparece en el ascensor, como todas las mañanas, esta vez con un pequeño equipaje. Se va por algunos días. Ella se queda mirando el lugar vacío que él había llenado con su perfume de hombre segundos antes. Es la imagen de la desolación y lo sabe, un piyama holgado, el cabello corto y despeinado, una mano transparente apoyada en el centro de su pecho cubriendo el hueco por donde se le cuelan ráfagas de invierno cada vez que él se va por algún tiempo…


Siems Revista Informativa, Buenos Aires, año 1996, marzo 9 (confidential vip information)
“Siems International viene testeando exitosamente los equipos Siems Automat Man Model 1 desde hace 30 años. La empresa celebra junto a sus clientes e investigadores este suceso tecnológico en un momento en que la Argentina, bajo la presidencia del Doctor Mendez y con una moneda fuerte, casi equiparada al potente dólar estadounidense, es considerado un país del primer mundo con un gran potencial para los grandes emprendimientos de inversionistas extranjeros.”

Ella, desparramada en el sillón del balcón, escribe. El sol dibuja pecas en su cara anaranjada. Escucha ruido de llaves. Él llega sin aviso, tras veinte días de trabajo en una planta industrial en el sur del país. Salta, contenta, para alcanzar su cara y besarlo. Se cuelga de su cuello y festeja como un perrito el regreso del amo. Vestido impecablemente, más delgado pero igual de hermoso, le reprocha el hecho de no estar vestida a pleno mediodía. La toma de la solapa de la bata de toalla blanca que cubre su palidez y la arrastra a la cama, como en cada uno de sus retornos. Una vez calmada la sed, almuerzan en silencio y ordenan el equipaje, como si se hubiese ido ayer. Así…, como si nada.


Siems Information Magazine, Buenos Aires, año 2002, julio 31 (confidential vip information)
“Lamentablemente, Siems International, ha decidido retirarse del país. Esta determinación fue ocasionada por el excesivo riesgo económico y social que posee la Argentina, así como también, los demás países del tercer mundo. Su personal será despedido en tiempo y forma, legal y correctamente. Sus indemnizaciones serán duplicadas, como indica la ley. Los proyectos, en su totalidad, quedan sin efecto. Las obras inconclusas serán tercerizadas. Los contratos serán rescindidos y sus gastos pagados por nosotros como indica la ley. Los equipos Automat Man Model 1 aún en período de prueba desde 1966 no pueden ser retirados del país y tampoco dados de baja por razones que no pueden ser dadas a conocimiento público, pero quedaràn a disponibilidad. El directorio de Siems International lamenta esta partida, pero la decisión es irrevocable, dado todo lo expuesto.”


Regresa abatido de su último viaje. No es el mismo. Ella se acerca, se sienta en sus rodillas, le recuerda que sólo tiene treinta y seis años. Le repite hasta el cansancio que va a encontrar otro empleo muy pronto. Le susurra que seguramente ahora, cuando todo parece derrumbarse, tal vez venga el hijo tantos años ansiado. No sabe qué argumentos usar para penetrar en su armadura. Se le sienta a horcajadas, pone la cara de él en su pecho, le da su calor, sus latidos… y desea internamente que explote alguna vez, que deje salir lo que debería tener apretujado en el corazón, su tristeza…. No habla. Nunca ha hablado mucho. Ella lo ama así. Adora la perfección de los trazos de su cara, las líneas rectas de su cuerpo eterno, los ojos helados, su silencio metálico, su delicadeza, los movimientos automáticos, las reacciones predecibles, cada idéntica y ordenada tarea de las que realiza cada mañana. Y se arrepiente de haberlo herido tantas veces al verlo tan enteramente dedicado al trabajo, calificándolo de autómata y de insensible.

Pero ahora la fría mirada parece derretírsele, leves arroyos arrastran lágrimas ácidas. La mira profundamente, en la mano aprieta un papel estrujado. Ella se lo pide. Finalmente, él lo entrega. Ella lo despliega y lee…y comprende.

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ERNESTO KRUEMTZER
EQUIPO: SIEMS AUTOMAT MAN MODEL 1 (nùmero 3)
EN PRUEBA: DESDE 03/09/1966 – HASTA: INDEFINIDO
AGOSTO 2002 A DISPONIBILIDAD DE SIEMS CENTRAL ALEMANIA